miércoles, 21 de mayo de 2008

A Burgos


El grupo de cacatúas francesas toca diana a las 5 de la mañana y consiguen desvelarme y cabrearme. Es de noche y hace frío. Deambulo un rato maldiciendo y rememorando el Dante y L'inferno para esa brujas malditas. espero a que se haya ido todo el mundo y recobrando la tensión arterial salgo hacia la panadería donde hago un desayuno a base de aceite de oliva y pan reciente que me produce un cambio de carácter confortable. Traspongo la sierra de Atapuerca rememorando las explicaciones sabias del dia anterior y allí reencuentro a mis amigos italianos. Una encantadora pareja de enamorados que bailan su amor alrededor de unas piedras y quien sabe si se conjuran para siempre. Hoy celebrarán su despedida pues Fabio debe volver a Venecia a trabajar. Irene seguirá el camino con nosotros y prometo cuidar en lo que pueda de ella. Me voy encontrando con viejos conocidos conforme pasa la mañana. Margarita, una sueca que ha vivido muchos años en España y que domina nustra lengua. Harry, un pastor protestante holandés de más de dos metros y con cara de bon vivant y Lidia y Puy, dos chicas, una californiana que habla español y una estellesa que marchan juntas. La pesada entrada a Burgos por un polígono industrial la hacemos amena entre todos cantando y charlando.

En Burgos decidimos, para no privarnos de una visita tranquila a la ciudad, dormir en una pensión que resulta ser, aunque limpia algo desvencijada. Pensión Victoria, se llama, supongo que por vencer el paso de los años. Sin ducharme me voy a Ojeda a comerme el lechazo soñado y trás la comida, tomando café en la barra conozco a una encantadora señora de 88 años, de Madrid. Entablamos conversación e intercambiamos direcciones. Amanda Puebla, se llama. Más trade nos reencontramos todo el grupo y vamos a ver la catedral donde tengo que hacer, y a gusto, de cicerone, para ellos, para una danesa que anda con un sudafricano y mis pobres explicaciones llaman la etención de una centena de jubilados portugueses que se suma a mi performance cultural. !Lo que me faltaba!.

Paseo por la zona de vinos donde el pastor se pone divertido y empieza a tomarle el gusto a las tapas de morcilla. Algunos intentos de canto gregoriano (el tío canta muy bien) y tras el cuarto vino les propongo ir a Patillas, un lugar curioso de Burgos donde la gente se arranca por sevillanas o bulerías según cambien el aire o el vino. Maldiciónes por estar cerrado y a la cama.

Al dia siguiente, nos perderemos de vista y espero volverles a encontrar pronto.

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