jueves, 29 de mayo de 2008

La etapa bonita


Amaneció de niebla espesa, pero me premió de nuevo el sol la paciencia y comencé la subida a La mítica Cruz de Ferro con un suave calorcito que acabó de templarme los frios de la víspera. En Foncebadón, en el bar, tomando un café me encuentro con un francés que me abraza y al que no recuerdo. Dice que se siente agradecido por mis consejos gastro-vitivinicolas para su paso por Leon y me dá conversación en francés. Yo, que no tengo cabeza en ese momento para recordar el dos de Mayo, le sigo la corriente, hasta que aparece Elias, un profesor texano, acompañado de Fernanda, que como no podía ser de otra manera me saluda a voces y risas y me pregunta por mis fríos. Correspondo a la ilusión con un café y reemprendemos juntos el ascenso aunque nos vamos separando por nuestros diferentes trancos. Ya en la cruz, compartimos durante más de una hora las pobres vituallas y disfrutamos del sol, del paraje y de la conversación. Más tarde el descenso, cada uno por su cuenta y a su ritmo puesto que es muy problemático por lo empinado y por las piedras pero llegamos al Acebo bien y con bien, a diferencia de algún otro peregrino que ha visto acentuada su tendinitis o ha sufrido alguna lesión más grave que ha llevado sus huesos al hospital de Ponferrada.

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