domingo, 11 de mayo de 2008

De Estella a Los Arcos


Trás las lluvias, hemos pasado de ser la presentación primavera/verano de Decathlon y Coronel Tapioca a una simple feria de productos de parafarmacia. El que no tiene los pies hechos papilla, está al borde de la pulmonía. El producto estrella es el paracetamol, que parece que se va a llevar mucho esta temporada , sin olvidar las compresas con alas para los pies y los kleenex, que han alcanzado un índice de utilización superior al mayor estado mocoso habido en la historia de la humanidad.

Bromas aparte pero con el paracetamol a cuestas y el cielo amenazante, parto hacia Los Arcos con la intención de beber vino en Irache que nos brinda el caldo de Baco en una fuente. Llego tarde, como siempre y solo me presta dos gotas que se me antojan suficientes a las 8 de la mañana. En Azqueta tengo la suerte de conocer en persona y carne mortal a Pablito "el de las varas". Un hito del camino!! Además de darnme varias lecciones sobre el camino, reñirmes cariñosamente por lo abultado de la mochila, enseñarme a llevar el bordón y hablarme de "sus" caminos, me lleva a su casa a sellar la credencial y me enseña lo que debió de ser mojón en tiempos y que guarda celosamente en su jardín ya que él lo rescató de su enterramiento al borde de la senda. Se trata de una piedra con las cruces de los Caballeros de Malta a un lado y la de Santiago a otro. Sigo ruta pensando que he conocido a una de esas personas verdaderamente importantes, hasta Monjadín, donde pido que me abran la iglesia, para sorpresa de la pléyade de extranjeros que siguen sin entender nada, sobre todo cuando en varios idiomas intento explicar que hay que descalzarse, porque la señora que guarda la puerta (¿sacristana?) (Por favor el filólogo de guardia) , acaba de limpiar. ! Me quieren dar propina por decirles que aquello era romanico del S. XII !!!!

Desde Monjardín a Los Arcos son 12 preciosos kilómetros entre trigales verdes y viñas prometedoras. Pienso en mis amigos y canturreo dos canciones que me sugiere tan tranquilo paisaje. Ojos verdes, verdes como el trigo verde y el verde verde limón. Recuerdo las coplas de Miguel de Molina y su inconfundible estilo. La otra me recuerda a mi amigo del alma Ángel, excelso Marqués de las Altas Veras, al que si está por ahí le ruego que me incorpore tal como él me recitaba, como rapsoda de cabecera, aquello que dice más o menos: " Y cuando lloren las cepas, para que rian los hombres, habré de besar las bocas de mis viejos compañeros que en vino habré de volver..." (Por favor Ängelito, recítamela como tú sabes aunque sea en el blog).

Y entre estas cuitas, llego a Los Arcos, con la sana intención de cumplir la promesa de probar un cosechero de un tal apelado "El Pollo", vecino del pueblo al que, al parecer, le ha tocado la mágia de hacer un caldo cosechero digno y telúrico.

Llegando a Los Arcos, me aprieta un terrible dolor en la parte baja de la tíbia según se baja hacia el tobillo de mi ya glamourosa pierna izquierda, se me ha inflamado amanazante. Me unto con Voltarén y me tomo un ibuprofeno, pero llego vergonzósamente cojo al albergue. (Por favor, mis médicos de guardia, Lidia y Enric si us plau, os necesito, !quiero seguir!...)


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